Juan Alberto Tiu Maldonado
Aldea La Hacienda Cunén, Quiché, Guatemala.
“Hay que tener valor y aprender de lo que hay alrededor e invertir el dinero, porque es tentación y se va como agua en la mano si uno no lo sabe usar”.
“Si se mete uno a una deuda es para trabajar más duro de lo que ha venido trabajando”
Don Juan Alberto es un microempresario de 35 años, no tuvo las mejores oportunidades en su niñez y solamente llegó a segundo grado de primaria. Logró aprender a leer y escribir y ahora es un ejemplo de un hombre emprendedor.
Su primer microcrédito fue grupal junto a su papá y personas de la comunidad en Cunén, Quiché, en el año 2009. En ese entonces urgían de dinero para poder sembrar ejote, arveja, cebolla y tomate. Se acercaron a la Fundación del Centavo -FUNDACEN- y se les otorgó un microcrédito de un mil quetzales (129 dólares) para iniciar su proyecto. Se organizaron para vender y así pagaron a la FUNDACEN.
Pasados los años, don Juan Alberto decidió casarse e independizarse. Esta vez la razón de un microcrédito fue para comprar borregos -un macho y una hembra-, que se multiplicaron. Los vendió y entonces alcanzó una estabilidad económica aceptable.
Su visión de emprender continuaba, por lo que decidió aprender el oficio de carpintería. Recuerda que adquirió un pickup Toyota con el cual transportaba la madera que compraba y trasladaba los muebles. En 2017 realizó otro microcrédito con FUNDACEN por Q30 mil, que daría pie a establecer su negocio. Esta vez invirtió en un terreno, taló los árboles e hizo muebles, que comenta alegremente, le dejó una ganancia extra con lo cual entonces enganchó su camión, valorado en Q105 mil.
En el año 2019, invirtió más de Q150 mil en maquinaria y llevó su negocio hasta la ciudad de Guatemala. Todo marchaba perfecto, pero el COVID-19 lo obligó a detener su producción y cuidar su salud, pues casi muere al ser contagiado. Por la situación de pandemia se vio obligado a bajar los precios de sus productos y se atrasó en pagos.
El señor Juan Alberto expresa que es consciente de que si no fuera por un microcrédito, no hubiera tenido el suficiente capital para comprar y construir lo que por 7 años ha sido el sustento y bienestar a su familia. Hoy cuenta con un carpintero y un ayudante que son parte de su emprendimiento.